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Historia del Colegio de Médicos

Historia del Colegio: los orígenes

La Cofradía y Colegio de Médicos, Boticarios y Cirujanos de la Ciudad de Teruel

Encontramos las primeras referencias sobre la colegiación médica en Teruel en el Archivo de la Catedral de la capital, concretamente en el folio 119 del legajo 204-9, que nos sitúa a mediados del siglo XVII.

El 7 de septiembre de 1634 se reunía la Cofradía y Colegio de Médicos, Boticarios y Cirujanos de Teruel para redactar su reglamento u Ordinaciones Colegiales, es decir, los primeros estatutos. Su contenido, que también se conserva, tiene poco desperdicio: existían artículos concernientes a cuestiones organizativas y otros de índole religiosa.

Entre los primeros, por ejemplo, están los que se refieren a los cargos directivos de la asociación -mayordomo, clavario, seises y examinadores-, normas de compostura y buenas maneras en las discusiones -so pena de cinco sueldos-, cómo sentarse en los capítulos y ajuntamientos -por orden de antigüedad-, qué hacer en caso de desacuerdo y, por supuesto, las cuotas de ingreso -los hijos de cofrades, solamente la mitad.

Ya desde entonces se pretende evitar la doble colegiación -"no queremos que sean comprendidos los médicos forasteros que, llamados por algún vecino, vinieren a visitar la dicha ciudad, sino tan solamente los que vinieren a residir en ella"-; el intrusismo -"para evitar engaños estatuimos y ordenamos que si vienen a la presente Ciudad ernistas, culistas, sacamuelas, alquimistas, destiladores y ensalmadores, que hayan de presentarse delante del calvario y examinadores de dicho colegio para que examinen las cosas que trajesen y aprobarlas o reprobarlas"-; y también la intromisión entre médicos o cirujanos -que deben ordenar la administración de medicinas, jarabes o purgas, pero no prepararlas- y boticarios -que son quienes deben prepararlas y tenerlas-.

Los origenes del Colegio

Los médicos no pueden ejercer su arte sin hacer primero ostentación de su grado de medicina, y tanto los médicos como los boticarios y cirujanos "han y deben hacer probanza de su linaje, ser limpios de razas de judíos ni moros de todos los cuatro costados, y esto se haya de hacer conforme todo el Colegio determinare para que haya satisfacción que es verdadero y legítimo".

En cuanto a las normas religiosas, ordenan decir dos misas cada mes en sufragio de las almas de los cofrades difuntos y mantener con la lumbre y decoro convenientes el altar de los Santos Cosme y Damián -dotándose a los vicarios con 25 sueldos para gastar el aceite que fuere necesario.

Todos los cofrades colegiales, a saber, médicos, boticarios y cirujanos, "estan obligados en cada un año llevar la fuente de plata de dicho Colegio que tiene las insignias de los gloriosos Mártires San Cosme y San Damián y con ella pedir limosna para la lumbraria de los gloriosos mártires todos los domingos y fiestas, colendos cada uno de los cofrades un mes, comenzando desde los más antiguos hasta los más nuevos, so pena de diez sueldos por cada uno que lo dejare". Parece que iluminación no debía faltar en la capilla de la cofradía.

Como puede deducirse de estas originarias resoluciones y particularmente de las denominaciones de los primeros directivos, la primera asociación de colegiales era en realidad una cofradía. Aunque su finalidad principal no era religiosa, se amparaba bajo este formato para robustecer el cumplimiento de las Ordinaciones y, de paso, obtener una mayor aceptación por el pueblo, al presentarse ante la sociedad con un carácter menos gremial.

Y si, como en el caso turolense, aún se requería más firmeza para el cumplimiento de las normas, se solicitaba al propio Rey que las confirmase. Tenemos la suerte de contar con el curioso documento en el que se redacta esta súplica. Comienza así:

"Los cofrades, Colegiales de la Compañía y Colegio, so invocación de los gloriosos mártires y médicos San Cosme y San Damián, instituída en el Claustro de la Iglesia Parroquial de Señor San Pedro de la Ciudad de Teruel citan a las autoridades presentes y a asistentes … "

Y sigue más adelante:

"… Han hecho y ordenado para el buen gobierno del colegio y para la cura de los enfermos que hubiere en dicha Ciudad las presentes ordinaciones, suplicando humildemente a Vuestra Majestad que sea de su Real servicio aprobar y conservarlas para su mayor firmeza y observancia …"

El 17 de febrero de 1635, Su Majestad el rey don Felipe IV de España acepta, aprueba y sanciona las ordenanzas del Syndici Collegi Sanctorum Cosme et Damiani, civitas Turoli.

Seis años después, tuvo lugar una ligera modificación o ampliación del reglamento, adoptada por el Clavario Juan Bautista Gómez, el Encapit Gil Muñoz y el Seis de los apotecarios Damián Delgado, junto a cuatro miembros más, según podemos leer también en el Archivo de la Catedral:

"La Cofradía y Colegio de médicos, boticarios y cirujanos de Teruel, bajo la advocación de San Cosme y San Damián, el 3 de diciembre de 1641, tomaron los siguientes acuerdos:
Primero: el ejercicio de la profesión queda supeditado a tener casa propia y familia en Teruel y haber sido examinado y aceptado por todo el colectivo para ser admitido.
Segundo: los aprendices que abandonen la casa de su maestro no podrán ser admitidos por otro sin que lo autorice la corporación.
Tercero: El boticario, sus oficiales y aprendices residirán forzosamente encima de las dependencias donde trabajen.
Cuarto: Si el boticario se ausenta por un periodo superior a un mes, no podrá delegar en manos de oficiales y aprendices y perderá su licencia. Siguen en vigor el resto de las Ordinaciones Colegiales, el Reglamento."

En aquellos años, mediado el siglo XVII y el reinado de Felipe IV, en el mundo médico se están produciendo novedades importantes como la creación de la primera maternidad y escuela de comadronas en el Hotel Dieu de París, la aparición en los hospitales de las hermanas de la Caridad de San Vicente de Paul o el descubrimiento de las propiedades curativas de la quina, con la que se sanó el paludismo de la Condesa de Chinchón.

En la política, la camarilla palaciega había sido sustituida por el conde-duque de Olivares, quien usufructuaba el poder sin ninguna interferencia del monarca. Con motivo de una epístola satírica y denunciatoria de la corrupción política y económica de Olivares, el poeta y novelista Francisco de Quevedo y Villegas permanecería encarcelado en San Marcos de León desde 1639 hasta la caída del valido en 1943. Tenía entonces Quevedo alrededor de 60 años. En Aragón, Baltasar Gracián todavía no había cumplido los 40, pero veía ya crecer rápidamente su prestigio en la Compañía de Jesús tras haber pronunciado sus votos definitivos de ingreso en 1635.

Si nos acercamos al actual claustro del Oblispado, podemos encontrar un sólido recuerdo de aquella primera cofradía sanitaria turolense, aunque datado ya un siglo más tarde. Se trata de unas lápidas procedentes de la iglesia de San Pedro en las que puede leerse: "Capilla y Sepulcro del Real Colegio de Médicos, Boticarios y Cirujanos de esta Ciudad de Teruel. Año 1741". (ver foto)

A partir de entonces, quedan enormes lagunas en el conocimiento de la vida y relaciones entre sanitarios. De todos modos, sabemos que en el siglo XVIII predomina un espíritu opuesto al desarrollo de estas organizaciones de carácter comunitario y en muchos lugares desaparecen. A comienzos del siglo XIX, surgen asociaciones médicas diversas, la mayoría con carácter científico o humanitario.

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